Cuando en el 2015 empezaba a utilizar el concepto de micronovela psycobilly, no era realmente consciente de la dimensión de dicha expresión, así como de los antecedentes sociológicos que implicaba.
Dick Hebdige me ayudó a crear un
contexto, desconocido para mí hasta el momento pese a participar durante la
adolescencia de la evolución de una de las subculturas que él perfila en sus
textos, en el que situar la necesidad de tratar la literatura como la expresión
de una estética, de un estilo en el que los significantes son desposeídos de su
significado habitual para crear una desviación con el fin de configurar, de
forma no consciente, una comunidad de intereses y realidades bajo la
denominación genérica de subcultura.
Naciendo de las clases populares,
as subculturas se erigen como fórmulas empleadas por una facción, con la que
pretenden salir de la marginación por medio de una solución mágica, la
idealización de un prototipo ficticio, una imagen subjetiva de una realidad distante
(en el caso de los Teddy Boys británicos de mediados de los años 50, la visión
de los jóvenes rebeldes en el cine con figuras como Marlon Brando y James Dean,
junto con el Rock & Roll, sirvieron de instrumentos para la conformación de
un sistema de valores y comportamiento que, junto con otros elementos de su fusión
de estilos, considerada con el nombre de bricolaje, sirvieron para
configurar una estética propia que los separaba de su realidad social y familiar).
Las
subculturas son, por lo tanto, formas expresivas, pero lo que expresan es, en
última instancia, una tensión fundamental entre aquellos en el poder y aquellos
condenados a una posición subordinada y a vidas de segunda clase. Esta tensión
está expresada figurativamente en forma de estilo subcultural… He interpretado
la subcultura como una forma de resistencia en la cual las contradicciones
experimentadas y las objeciones a esta ideología dominante son representadas
oblicuamente en el estilo. Específicamente, he usado el término “ruido” para
describir los cambios en el orden simbólico que parecen constituir esos estilos.
Hebdige en su
obra Subculture. The Meaning of Style, extractado por Antonio Martín Cabello.
Sin darme cuenta, durante todos
estos años, he reproducido en la literatura, de forma no voluntaria, muchos de los
elementos que, en su día, me llevaron a participar de una subcultura que recordaba,
en gran medida, la visión de los Teddy Boys y Greasers, equivalentes americanos
de los primeros, de primera generación y que hoy identifico con una visión
ideológica resumida en la lucha de clases.
Empezando por El legadoextraterrestre y continuando por Lapamán, Bondage y la actual Rojo cochinilla, todas ellas en castellano, motivo por el que escribo el presente artículo en esta lengua, son un reflejo del bricolaje de significantes (el cómic, el rock & roll expresado en un sentido amplio, la literatura pulp, la estética de las prácticas de dominación en la que se inspiraron los punks para elaborar su estética y un largo etcétera de elementos reapropiados para crear un estilo diferenciado) propio de todas las subculturas.
En Rojo cochinilla vuelvo sobre
los mismos elementos, signos de diferenciación, para tratar la alienación, las
relaciones de poder y la utilización de las clases populares por parte de las
fuerzas que representan ese poder, para perpetuarse.
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