Miguel Labordeta:
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Sobre el viejo cementerio de los soldados
llueve una estrella desgajada
en las noches en que crece espiga lenta
del ruiseñor devorado
y en mi mano amputada bayoneta
sueño una máscara ardiente de payaso
un reloj negropintado en la pared de los ayuntamientos
una tierna pistola de estudiante en mis rotos bolsillos.
¡Nos han dejado todos, hijo mío!
¡Oh mi soledad gravísima
de roñoso gramófono portátil
más inmensa que le mar
que sueñan los grágiles toros
bajo los candentes hielos del estoque!
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fico en silencio aínda un pouco

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